domingo, 1 de noviembre de 2009

REPORTAJE POR MARTA ROCATÍN!!!

Éste es un reportaje que escribió una amiga mia que estudia periodismo en el que retrata a varios latinos, entre ellos a mí y mi pasión por la escalada. Espero que les guste y que les sirva para conocerme un poco más ;) jaja... Y esta semana ya les contaré sobre la compe que fue todo un éxito y subiré varias fotos.


Marta Rocatín Centelles

Tengo un plan chévere

Los latinos han encontrado sus propias formas de divertirse en Pamplona


Virginia Berduges, boliviana de 25 años, limpieza doméstica, ama de casa y madre de dos hijos, espera ansiosa al fin de semana para jugar a fútbol con su familia en la Ciudadela. Los sábados por la tarde, más de 20 sudamericanos quedan para verse las caras en bulliciosos partidos de fútbol que terminan con la puesta de sol. Los que pierden deben pagar un euro. “Cuando apostamos dinero, matamos por ganar”, reconoce con humor.

Álvaro Lujambo, mexicano de 25 años, gerente del restaurante Águila o Sol, dedica su tiempo libre al cine, la música y la fotografía. Nunca pensó en ser empresario y a pesar de “haber conseguido que le guste su trabajo”, en el futuro le gustaría dedicarse a la producción cinematográfica.

Esteban Crespo, ecuatoriano de 21 años, estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas, invierte todas las horas que le gana al día en Rocópolis, el rocódromo de Pamplona. Fue campeón de escalada en su país natal en 2005, 2006 y 2007 y en la actualidad, está entre los 15 mejores escaladores de España. “La escalada me apasiona porque es un deporte que te permite superarte día a día”, explica apasionado.

Luis Yunga, ecuatoriano de 34 años, construcción, tres hijos, su pasatiempo favorito para el fin de semana es jugar a ecuavoley en la Vuelta del Castillo. Vino a España en busca de trabajo, porque según afirma, en su país “es muy difícil prosperar económicamente”. Ahora, Yunga está muy satisfecho en Pamplona, tanto que confiesa que “su vida aquí es un 99% mejor que en Ecuador”.

Estos cuatro casos rompen estereotipos: el latino no se pasa todo el día “farreando” ni bailando salsa. Escalar, ir al cine, jugar a ecuavoley, a fútbol… cada persona es un mundo independientemente del mundo en el que esté. Un ejemplo claro es éste cuarteto de latinos empadronados en Pamplona.

Llama la atención la cifra -cada vez más alta- de inmigrantes en esta ciudad. A finales de 2002, el 7,4 % de los habitantes de la capital navarra eran de otros países. En diciembre del año pasado, el número de extranjeros se había duplicado ascendiendo al 15,6 % de la población total. Esteban Crespo forma parte de este grupo de inmigrantes que ha duplicado en seis años la cifra de extranjeros en la ciudad.

Crespo siempre se ha preguntado -desde su niñez- porqué algunas comidas tan ricas presentan envoltorios tan poco sugerentes. “Cuando estaba en el supermercado, imaginaba qué etiqueta les pondría yo a esos productos para hacerlos más apetecibles”, explica. Aunque estas inquietudes le llevaron a estudiar Publicidad y Relaciones Públicas, su verdadera pasión está en la montaña. Un cursillo de iniciación a la escalada en el colegio y varias excursiones al Corazón y a Guagua Pichincha –dos montañas de Ecuador- le convertirían desde los 15 años en un adicto a los deportes de riesgo.

Para Luis Yunga, un partido de ecuavoley conlleva casi el mismo riesgo que la escalada para Crespo. Cada fin de semana, animados por el jolgorio que crean sus respectivas mujeres y por unos litros de San Miguel en el cuerpo, cada jugador se apuesta entre 10 y 20 euros en cada partido. Todo hombres. Algunos sin camiseta y algo ebrios. Otros muy concentrados en el desafío. “Las mujeres pueden jugar, lo que ocurre es que la pelota es muy dura y les duele en las manos”, explica Yunga. Es, como Crespo, de Quito, la capital. “He pensado varias veces en jugar un partido con ellos”, afirma Crespo, pero explica que “él sólo practicaba ecuavoley en el patio del colegio cuando era chiquito” y que los cuarenta ecuatorianos que suelen acudir a la Vuelta del Castillo “son verdaderos profesionales”.

Yunga lleva diez años viviendo en Pamplona y está encantado de ello. Al principio le costó bastante encontrar trabajo pero ahora su familia disfruta de dos sueldos –el suyo y el de su mujer-, que les permiten gozar de un nivel de vida superior al que tenían en su país de origen. El esposo de Virginia Berdugas no puede alardear de la misma suerte. Con la crisis se ha quedado sin empleo. Aunque ella trabaja como señora de la limpieza en varias casas, el sueldo que gana apenas permite a su familia llegar a fin de mes. Tiene cuatro bocas que alimentar: la suya, la de su marido y las de los pequeños María Jade y Jon Kevin, de 5 y 3 años, que corren en círculos sin atender al partido de fútbol que juega su padre.

Los bolivianos, como Verdugas, prefieren el fútbol. No cuenta con la misma expectación que el ecuavoley, únicamente tres mujeres, dos niños y una anciana siguen la partida. Quizá esté relacionado con la cuantía de la apuesta: sólo un euro cada por futbolista frente a los 10 o 20 que arriesgan los jugadores de ecuavoley. Cada sábado más de 20 latinos acuden entusiasmados a la Ciudadela para “matar” –como dice Verdugas- por golear al contrincante. Aunque la mayoría son naturales de Perú y Bolivia, la nacionalidad no es un requisito para participar. Tampoco el sexo. Varias mujeres regatean con éxito a algunos hombres. “No hay racismo ni sexismo en el fútbol”, explica Verdugas. Tampoco los hay en la escalada.

Cada son más las mujeres que se animan a ponerse un arnés, calzar unos pies de gato y amarrarse a una cuerda para finalmente, encaminar una ruta. Pero Crespo no tiene tiempo distraerse con chicas mientras escala. “Es un deporte que requiere muchísima concentración, no puedes estar pensando en otra cosa”, explica. Desde hace 7 años, la escalada ocupa su mente a cada minuto. “Cuando voy andando por la calle me fijo en las farolas, en los semáforos, en las fachadas de las casas, y pienso en cómo podría trepar hasta allí. A veces lo intento”, desvela riendo. Le bastaron tres meses de entrenamiento para empezar a competir. Tras haber pasado otros nueve, Crespo se disputaba el podium con los mejores escaladores de Ecuador. En España siempre logra clasificarse entre los 20 mejores. “Aquí el nivel es más alto. Hay que tener en cuenta que seis españoles se encuentran entre los quince mejores escaladores del mundo”, explica. Sus mayores logros en España los alcanzó el año pasado: onceavo a nivel nacional y quinto en juvenil.

Un local con clase

Álvaro Lujambo es otro latino que también cosecha éxitos en España. Águila o Sol, el restaurante mexicano que regenta, se ha hecho con gran popularidad en menos de un año. “Algo que me encanta de mi oficio es romper estereotipos. La gente se cree que toda la comida mexicana es picante y ¡no es cierto! Mi madre y mi abuela detestan el picante, llevan toda su vida viviendo en México y que yo sepa no se han muerto de hambre”, explica Lujambo. Nos damos cuenta de que el local tampoco tiene que ver con los típicos restaurantes mexicanos. No hay rastro de muebles de madera envejecida ni encontramos cada esquina decorada por un cactus. Lujambo nos descubre que está inspirado en Barragán, un famoso arquitecto de México cuyas obras se caracterizan por el uso de colores vivos y por la abundancia de luz. El muralismo mexicano también está representado en Águila o Sol. En la primera planta, encontramos un mural que combina fotografías de personajes famosos de la vida mexicana, como Zapata, con elementos de la vida cotidiana: el símbolo del metro o la etiqueta del Chocomilk. “Lo más complicado no fue decorar el local, mi hermano es arquitecto y se ocupó de ello. Lo que más nos costó fue traer a tres auténticos taqueros de México. Aunque yo estudié hostelería, hacer tacos requiere una artesanía especial y si algo teníamos muy claro desde el principio es que queríamos ofrecer una comida mexicana auténtica al 100%”.

Pero en realidad, lo que a Lujambo le apasiona es el cine, afición que combina con la fotografía y la música. Ha dirigido tres cortometrajes y tiene varias ideas para producir una película. Aunque esta centrado en su trabajo, no deja de alimentar sus numerosas inquietudes. “Soy un cinéfilo loco, además de ver muchas películas en mi casa voy al cine tres veces por semana”, declara. También es batería de un grupo de “brit pop progresivo” que está formando con su hermano y su primo.

Crespo y Yunga prefieren moverse a ritmo de reggeton y música latina. Wisin y Yandel, Tony Haze, Fanny Lu o Juan Luis Guerra son algunos de sus cantantes favoritos. Los sábados por la noche, después de jugar a ecuavoley, Yunga suele ir a bailar a Reverendos con su “pelada”. Crespo sale con sus compañeros de clase a locales de la zona universitaria como Marengo o Soho.

Raíces españolas

La madre de Lujambo es asturiana, su padre hijo de vascos. Hace cuatro años, se cansaron de toda una vida entre los 25 millones de habitantes que tiene Ciudad de México y decidieron embarcarse, junto a sus tres hijos, en un vuelo destino España en busca de tranquilidad. “Es muy angustioso estar continuamente pensando que pueden secuestrar a tu madre, que quizá te roben en la próxima esquina”, confiesa Lujambo. Eligieron Pamplona porque uno de sus hijos quería estudiar Arquitectura en la Universidad de Navarra. Una vez aquí, su padre “quería invertir dinero en algún negocio”. Así nació Águila o Sol, uno de los restaurantes más “chic” de la ciudad, un espacio que rompe con la idea que muchos españoles tienen de México.

Yunga y Berdugas no huían de la urbe ni regresaban a sus orígenes. Vinieron a España para mejorar su precaria situación económica y ambos lo han conseguido. Yunga afirma vivir “muchísimo mejor que en Ecuador”. Berdugas y su esposo llegan a fin de mes con muchas dificultades pero al menos pueden permitirse el alquiler de un apartamento. En Bolivia tenían que vivir en casa de sus padres porque ninguno de los dos tenía trabajo.

Aunque Crespo siempre quiso dedicarse a la escalada de forma profesional, vino a España atendiendo los consejos de su madre de estudiar una carrera universitaria. Desde hace dos años, compagina sus horas de clase con largas tardes en Rocópolis. Si no tuviera que compartir piso con otros estudiantes, se compraría un mono. “Me siento muy identificado con este animal. Me encantaría que al ir por la calle, cuando pensara en trepar por un árbol, el mono estuviera pensando lo mismo que yo”.

A Crespo el riesgo le atrae de forma irremediable. “Después de hacer algo de lo que no te creías capaz, te sientes como un superhéroe”, explica. Hace cuatro años, él y un amigo suyo unieron sus cuerdas y las ataron a un puente. Primero probaron a lanzar una mochila. La cosa funcionó así que él fue el siguiente conejillo de indias. El puente de González-Suárez dista aproximadamente 20 metros de las aguas del Machángara, pero Crespo no sentía ningún nudo en el estómago desde allí arriba. Así, lo que empezó como una chiquillada terminó siendo un verdadero negocio: 20 euros por hacer puenting en mitad de la capital de Ecuador. Y sigue marchando viento en popa, incluso tiene su propio espacio en Facebook. “Seguramente para Halloween harán una promoción en la que si te disfrazas, puedes tirarte gratis”, afirma con naturalidad.

Crespo, al igual que Lujambo, Berdugas y Yunga, rompe el tópico latino: le gusta bailar salsa pero prefiere –con diferencia- los deportes de riesgo. Su sueño es trepar por una grúa y llegar hasta el final de la pluma (el brazo de una grúa torre) valiéndose únicamente de sus manos. Así que, si pasean por algún lugar en obras esténse atentos: puede que éste joven ecuatoriano esté ahí arriba, desafiante, andando con las manos untadas en magnesio.

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